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Channel: Hitos del Camino de Santiago
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Nuevo Centro de Investigación del Camino Inglés en Sigüeiro

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HdC. La inauguración, el 5 de noviembre, del Centro de Estudos e Investigación do Camiño Inglés en la pequeña localidad de Sigüeiro (Oroso-A Coruña) marca un auténtico hito. Porque es la primera vez en la historia que un municipio mucho más rural que urbano y pequeño se atreve a poner en marcha un centro de esas características, adonde, en opinión de su promotor –el propio Ayuntamiento-, tendrán que acudir todos aquellos estudiosos que se dediquen a la investigación de esa ruta jacobea que tenía como puntos de desembarco principales O Burgo (Culleredo) y Neda, puertos que fueron luego destronados por los cercanos de A Coruña y Ferrol, respectivamente. 

La inauguración –un sencillo acto con el alcalde, el gerente del Xacobeo y una quincena de personas- tuvo lugar en un momento oportuno: con los cursos académicos en marcha, serán muchos los estudiantes que tengan que hacer un trabajo sobre el Camino Inglés. Pero es que además se aprobó recientemente una nueva delimitación del trazado a su paso por Oroso, que está pendiente de señalización. Algo que se llevará a cabo en este invierno, cuando el número de peregrinos pase a ser testimonial. Así, los caminantes olvidarán una kilométrica, nueva y aburrida recta de entrada en la localidad de Sigüeiro y se encontrarán con parajes y recodos tradicionales.



Cruces, en el Camino Portugués, románica y barroca

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HdC. El románico se suele identificar con el arte tradicional de Galicia, adonde llegó gracias a esa gran banda ancha de la cultura que fue y es el Camino de Santiago. Encontró en esa comunidad los materiales idóneos: un excelente granito para los muros y unas buenas maderas de roble y castaño para los soportes de los tejados, recubiertos con una buena teja del país que se hacía desde el tiempo de la romanización. Y todavía hoy en Galicia permanecen en pie cientos, quizás miles, de ejemplos.

Pero hubo otro momento de esplendor: el siglo XVIII, el barroco, y la catedral compostelana da fe de ello. Multitud de iglesias rurales, grandes y pequeñas, sufrieron reformas, y ahora es muy común ver templos que muestran una base románica y una modificación más o menos profunda barroca.

Todo eso viene a cuento para entender la iglesia de Cruces, unos metros más adelante del santuario de A Escravitude y, por lo tanto, en el Camino Portugués. Una primera impresión lleva al peregrino a doscientos y pico años atrás, y a medida que paso a paso se acerca a esas sólidas paredes se fija en, por ejemplo, los canecillos, que lo retrotraen el románico. 

Y como suele también ser habitual en Galicia, el cementerio alza sus cruces mezclándolas icónicamente con los sillares dispuestos a resistir un millar de años más.

O Cebreiro: una cruz a la que nadie se resiste

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HdC. No son muchos los que se resisten a continuar un poco más allá aunque la ladera se empine. Total una vez aquí, después de la paliza que significa y dignifica subir el puerto de O Cebreiro, por unos metros más no vamos a dejar de visitar esa cruz, altiva y atrayente, sencilla y humilde, que se alza en lo alto de ese monte a cuyo pie abre sus puertas el albergue local. Ese es el pensamiento dominante. Y una vez arriba, el peregrino ve que sus antecesores han ido incrustando monedas en la madera, y se ve tentado a hacer lo mismo.

Pero lo cierto es que esa cruz no es antigua, es muy nueva, y se colocó sin finalidad religiosa inicial cuando Elías Valiña, el redescubridor y gran valedor del Camino de Santiago, andaba por aquellos pagos. Y cierto es también que gracias a las visitas de los peregrinos se ha convertido en otro hito del Camino.

El pasado romano de Quintanilla de la Cueza

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HdC. Plena Tierra de Campos, escenario palentino del paso de millones de peregrinos desde el siglo IX. Ahí es donde está Quintanilla de la Cueza, una localidad encuadrada en el municipio de Cervatos de la Cueza. O sea, tierra de romanos, porque la primera parte del topónimo procede de quinta, palabra latina que significa villa en el capo. Y tierra, también, germánica, y así lo demuestra Goza o Gozán, vocablo de significado desconocido que da lugar a Cueza. No faltan autores que detengan su atención en que en la zona se llaman cuezas las hondonadas.

Hoy en día siguen pasando muchos peregrinos por allí, y los 34 habitantes del lugar ya están acostumbrados a ellos (Hace siglo y medio había 21 casas y 109 almas en ellas). Los caminantes detienen su mirada en la iglesia de la Asunción con artesonados mudéjares y un retablo del Renacimiento, y quienes tienen tiempo para un pequeño desvío se fotografían en el asentamiento de la villa romana de Tejada. Estarán entonces en una explotación agrícola cuyos comienzos hay que buscarlos en el siglo II y que se mantuvo pujante y viva durante trescientos años. Ahí están la piscina, el hipocausto (sistema de calefacción) y la piscina. Unas maravillas al lado del Camino de Santiago más frecuentado.

La 'espiritada' de Gonzar, en O Pino

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HdC. La historia que hoy traemos se refiere a una mujer, Josefa de la Torre, que logró sobrevivir 42 años sin comer ni beber,  cuestión que certificaron las autoridades religiosas, civiles y médicas de la época. Es la Enferma de Gonzar, como se la denominaba en el ámbito científico, o la espiritada, que es como la conocían en Gonzar, en el Ayuntamiento de O Pino, cerca del paso del Camino Francés.

Josefa de la Torre había nacido a finales del s.XVIII y llegó a tener 3 hijos hasta que en 1806, con 33 o 34 años, comenzaron los graves problemas de salud que la llevarían a su letargo. Tras un enfriamiento, Josefa sufrió un “parasismo”, o “desconexión” –así se describe-, una especie de pérdida de conciencia que se repetiría en los siguientes meses hasta dejarla encamada, inmóvil en posición fetal, y rechazando ingerir alimentos o bebidas. El cura de su parroquia, José Jacinto del Río, la visitaba primero una vez al día, después una vez a la semana y finalmente una vez al mes, mostrándose “enteramente persuadido de que vivía sin comer”. En los 42 años que ella sobrevivió a aquel primer sacerdote le sucedieron otros tres. Todos realizaban una visita mensual, en la que la enferma se confesaba y comulgaba, único alimento éste, la Hostia consagrada, que entraba por su boca.

El arzobispo compostelano Rafael de Vélez decidió investigar. Para ello dispuso que durante las 24 horas de 17 días continuados Josefa estuviese vigilada por un grupo de religiosos de su entera confianza hasta confirmar que, efectivamente, la mujer no probaba bocado ni bebía líquido alguno. Desde la Universidad compostelana, el  Dr. José Varela de Montes veló a la enferma 13 días y proporcionó un completo informe a la Real Academia de Ciencias Naturales sobre la extraordinaria capacidad de Josefa para resistir de forma natural la falta de agua y alimento. En su explicación, el Dr. Varela afirma que Josefa no necesita alimento porque no consume energía.

Curas, militares y doctores supervisaron su letargo en busca de signos de fraude que nunca encontraron. Josefa falleció en 1848, a los 75 años de edad, tras haber pasado 42 de ellos sin moverse, comer, beber e incluso casi hablar. Josefa de la Torre descansa desde entonces bajo el altar de la Iglesia de Santa María de Gonzar.

Don Gaiferos, célebre peregrino a Compostela

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HdC. Don Gaiferos es sin duda uno de los personajes jacobeos medievales más entrañables. Su historia llegó hasta nosotros a través de un romance popular, que a mediados del s.XX se hizo también música gracias a Faustino Santalices. ¿Pero quién era en realidad Don Gaiferos?¿Existió?¿Se trata en verdad de un romance tomado de la tradición oral, como se afirma?

En el romance se relata la historia del caballero Gaiferos de Mormaltán, protagonista de uno de losmilagros de Santiago más conocido y extendido entre los peregrinos actuales, quizá por su gran componente trágico. Don Gaiferos, con barba cana, ojos verdes y pies muy castigados, peregrina agotado hacia Santiago por los durísimos caminos medievales. En ruta se cruza con un soldado que regresa a su Compostela natal tras siete años de ausencia; y juntos llegan y entran en la Catedral. El anciano caballero se postra emocionado ante el altar y allí mismo fallece, tras agradecer al Apóstol el haberle permitido alcanzar la ciudad.

Así parece que fue la historia y así nos la han hecho llegar. Manuel Murguía, historiador, escritor y pieza clave del Rexurdimento en Galicia, recogió el romance en su gran obra Galicia, destacando que se trataba de la plasmación popular de un hecho acaecido en el s.XII. El caballero peregrino sería Guillermo X, el último Duque de Aquitania, buen amigo del arzobispo Xelmírez y muerto al pie del altar el Viernes Santo de 1137, tras llegar a Compostela en peregrinación. 

Más tarde otros investigadores como Isidoro Millán, Conde de Quirós, ahondaron en el paralelismo y llegaron a igual conclusión. Don Gaiferos era efectivamente el Duque de Aquitania, hijo de Guillermo IX El Trovador, y padre de Leonor, una de las grandes protagonistas del s.XII en Europa, que llegaría a ser reina consorte de Francia y de Inglaterra. Un personaje que se convirtió muy pronto en leyenda.

Si la verdadera historia del Duque se pierde en la primera mitad del siglo XII no sucede lo mismo con el romance de Don Gaiferos de Mormaltán. Expertos en literatura medieval afirman sin dudarlo que el poema recogido por Manuel Murguía como de tradición popular es en realidad un texto apócrifo, creado por el propio Murguía en su afán por defender la existencia de un romancero propio en Galicia, y recogido luego como real en diversas antologías.



Ermita de San Marcos en Santiago y su extraña orientación al naciente

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HdC. Hoy queremos partir una lanza por un templo sencillo, humilde, de una sola nave, que “siempre estuvo ahí” pero en el que los peregrinos o no se fijan o lo hacen de pasada. Y es que la ermita de San Marcos se alza en el Monte do Gozo, y todos los que llegan allí quedan extasiados y emocionados ante la visión de Santiago unos metros más allá, con las torres de la catedral como telón de fondo. Y así se pierden la ocasión de preguntarse por qué la puerta del templo está orientada al este y no al oeste, como sucede con la mayoría de los templos del mundo cristiano. No hay una razón arquitectónica clara, pero sí una leyenda que explica tal anomalía.

Ascendía una larga cuesta San Marcos en persona tras dejar atrás el arroyo de Lavacolla, con la tumba del Apóstol Santiago como meta. Otro peregrino más joven y con la indumentaria deteriorada le dio alcance y entablaron conversación. El recién llegado parecía conocer bien la ruta jacobea y San Marcos le preguntó: “Veo que sabes mucho del Camino y de las posadas. ¿Cuánto falta para llegar a Santiago?”. La respuesta lo dejó frío: “Mucho. Vengo de Alemania y falta otro tanto. Fíjate en mis sandalias, casi destrozadas. Pues otras tantas tendré que gastar porque Santiago está en el extremo del mundo, al final de la Tierra”. Aquello dejó muy desanimado al santo, que entonces levantó una capilla y decidió que su puerta se abriera al naciente. Dio luego marcha atrás y jamás llegó a Santiago.

Por supuesto, no es históricamente cierta, pero la leyenda, nadie lo negará, es preciosa.

Toral de Merayo, en el Camino de Invierno

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HdC. El Camino de Invierno no acaba de reconocerse en el imaginario peregrino a pesar de los esfuerzos de sus promotores. Arrancando de Ponferrada, va a unirse con el Camino del Sudeste a la altura de la localidad pontevedresa de Lalín, y a poco de dejar atrás esa ciudad leonesa, pasado el canal de Cornatel, se llega a Toral de Merayo una vez que se salva el río Oza por un notable puente medieval.

Y en esa pequeña villa que en el año 2000 tenía 618 habitantes y en el 2011 tan sólo 556 hay otros dos lugares de interés para el peregrino. Uno de ellos es la iglesia parroquial de Salvador, levantada en estilo neoclásico. Y el otro es la muy conocida ermita del Santo Cristo del Nogaledo, de una sola nave rectangular y con una interesante y trabajada cúpula. Encierra imágenes del Santo Cristo, de San Antonio de Padua y de Santa Rita de Casia. Un pequeño hito de un Camino olvidado.

Foto del C.R.A. Toral de Merayo.

La iglesia fortaleza de la Asunción y los peregrinos

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HdC. La Puebla de Arganzón es una localidad burgalesa. Pequeña, de poco más de medio millar de habitantes. Pero es en sí misma un hito más del Camino de Santiago, puesto que se trata de una villa amurallada que pertenece al condado de Treviño. Además, tuvo una gran importancia estratégica por ser encrucijada de caminos. Y ahí se alza un monumento que deja con la boca abierta: la iglesia-fortaleza de la Asunción, una excelente muestra del gótico con toques locales, con tallas de la Virgen en las puertas y un sobresaliente retablo plateresco en el altar mayor. 

Entre esas paredes se venera la imagen de Nuestra Señora de la Antigua, obra románica y que, en realidad, no siempre estuvo en ese lugar sino que procede de la ermita del mismo nombre, la cual a su vez estaba adosada al antiguo hospital de peregrinos, llamado San Juan Evangelista.

Pero ¿de qué Camino hablamos? De una de las dos rutas jacobeas que cruzan el País Vasco, la conocida como Camino del Interior, que desde Irún y Hernani enfila hacia Tolosa, Salvatierra, Vitoria y Miranda de Ebro. La Puebla de Arganzón es el final de la etapa anterior a esta última localidad. Cierto: hoy en día pasan muy pocos peregrinos por esos pagos, pero ello no le quita ni un ápice de interés a la historia. Esa no hay quien se la robe a la iglesia-fortaleza de la Asunción.

Fotos: Zarateman. Creative Commons CC0 1.0 Universal Public Domain Dedication

La iglesia de Sigrás, en el Camino Inglés, y su hospital de peregrinos

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HdC. Suele ser demasiado habitual referirse a los monumentos de los diversos Caminos de Santiago indicando que se hallan en ruinas, que fueron pero que ya no son, que necesitan cuidados urgentemente… Pero existen excepciones, como la iglesia de Santiago de Sigrás, situada en el ramal del Camino Inglés que parte del puerto de O Parrote, en A Coruña, rumbo a Compostela. 

En esa primera jornada los peregrinos pasaban y pasan ante un templo que ahora mismo muestra su mejor cara. Y no sólo ese edificio en sí, sino también el hospital de peregrinos que se alza a su lado, que cumplió con tal función de acogida hasta el siglo XVII y que ahora es una magnífica rectoral. Y a ellos procede sumarles un entorno impoluto, bien cuidado, con un aparcamiento para vehículos. El Camino Inglés, ascendente, se interna en un pequeño bosque.

La iglesia fue levantada en torno al año 1150, y su fachada se mantuvo en pie hasta 1865, cuando fue cambiada por la actual puesto que la primera se encontraba en muy mal estado. Pese a ese “lifting” es posible admirar todavía numerosos detalles de arte románico que la convierten en otro hito del Camino.

Foto de José Antonio Gil Martínez, CC 2.0

Las escaleras monumentales de Santiago, en una tesis doctoral

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HdC. La historiadora del arte Milena Cortés López acaba de doctorarse con un estudio sobre un aspecto poco tratado en la bibliografía sobre Compostela: las escaleras monumentales en sus edificios históricos. En la tesis, presentada hace unos días, Cortés identifica nada menos que 73 escaleras con historia, algunas ya desaparecidas, otras poco conocidas y otras muy identificables, como la de la iglesia de San Martiño Pinario, ante la que aparece en la imagen que ilustra este texto.

Cortés parte de las construcciones del siglo XVI y se adentra en el presente en un trabajo dirigido por el profesor Juan Montenegro. La tesis, titulada ‘De tiros, huellas y arrimos. Historia de la escalera monumental en Santiago de Compostela’, adjunta planos y recreaciones de los principales ejemplos de este tipo de construcción, en la que "Santiago sigue siendo un referente. Siendo un elemento arquitectónico que pretende dar respuesta a una necesidad funcional, la escalera se convierte en expresión de la mentalidad del hombre y en reflejo de los diferentes conocimientos técnicos y los gustos estéticos a lo largo de los años", explica.

Para el trabajo, Cortés ha utilizado obras de historia y construcción y desempolvado viejos libros de bibliotecas santiaguesas. La tesis obtuvo la máxima calificación.

Las 'Historias de Compostela', de Filgueira, editadas en gallego

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HdC. Historias de Compostela, todo un clásico de Xosé Filgueira Valverde desde su publicación en 1970, tiene versión en gallego 46 años después. El volumen se presentó ayer en el Museo de Pontevedra, la ciudad de la que Filgueira fue alcalde durante muchos años.

El libro supone la coda a la celebración, el año pasado, del Día das Letras Galegas dedicado al polifacético Filgueira. La edición ha sido auspiciada por el Consorcio de Santiago y Alvarellos Editora en colaboración con la Secretaría Xeral de Política Lingüística, y contiene, como el original en castellano (ya reseñado en este mismo blog), una descripción de la historia y el arte compostelanos descritos con toda la erudición de que era capaz su autor. La obra se divide en cuatro bloques, uno dedicado a la Edad Media, otro a las tradiciones jacobeas, uno más para la transformación de Compostela durante el Barroco y la última con referencias literarias a la ciudad y el Camino de Santiago. 

O vello profesornació y murió en Pontevedra, donde además fundó el Museo Provincial. Sin embargo, durante toda su vida estuvo muy vinculado a Santiago. Aquí estudió Filosofía y Letras y, más tarde, Derecho. En 1990 recibió la Medalla de Oro al Mérito Cultural del ayuntamiento compostelano, con razón: según la fundación que preserva su legado, Compostela aparece en 42 libros y folletos, 233 artículos y 116 conferencias de Filgueira.

La abadía de Finchale, cabeza del Camino Inglés

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HdC. El Camino Inglés está recuperando el gran pulso que tuvo hasta el siglo XV. Podía haberse llamado, por ejemplo, Camino Nórdico, porque una buena parte de los que embarcaban en Inglaterra rumbo a las costas de Galicia procedían de ese mundo del norte. Pero no, pasó a la historia con el nombre que tiene aún, con A Coruña y Ferrol como puertos de desembarco, olvidados hoy los de Muros y Noia. 

Lo que cayó en el olvido es que la abadía de Finchale, hermosas ruinas, fue la cabeza de esa ruta jacobea para la gran mayoría de los nórdicos, que desembarcaban en sus cercanías, remontaban el río y encontraban en el impresionante conjunto de edificios un refugio donde reponerse de los males de un viaje por mar que, sin duda, era muy duro. Después afrontarían la bajada al sur cruzando los bosques ingleses, no exentos de ladrones, y llegarían a puertos como Darmouth, donde volverían a subir a un barco para cubrir la penúltima etapa de su viaje.

Hoy los muros y ventanas de la abadía reciben a multitud de visitantes, que pagan religiosamente 3 libras (casi 5 euros) por la entrada. Eso sí: no hay ningún panel ni folleto que recuerden la gran vinculación de este gran hito del Camino con las peregrinaciones jacobeas.

Santa Maria del Camí, el Camino en Cataluña

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HdC. “Muy pocas casas y dos iglesias”. Así describía recientemente un peregrino a la localidad de Santa María del Camí, un núcleo minúsculo perteneciente al municipio catalán de Veciana recorrido por el Camino de Santiago. Cerca pasa la autopista A-2, que ciertamente afea algo el paisaje

Pero el peregrino se va a fijar más en los templos, que están a pie de la carretera. El románico le va a llamar más la atención, pequeña joya jacobea que en su día fue una capilla asistencial en el camino real que unía Barcelona con Zaragoza. La documentación no deja lugar a dudas: en el primera mitad del siglo XIII se convirtió en priorato y pasó a depender del monasterio de Santa Cecilia de Montserrat, el cual envió allí a algunos monjes.

Dando un salto en el tiempo, en el XIX pasó a ser el corazón espiritual de una parroquia, hasta que en el año 1919 dejó de tener culto, algo que benefició a la otra iglesia. La buena noticia es que fue restaurada en 1975.

Y el peregrino se fija, sobre todo, en su ventana de estructura circular que se conserva en el centro del ábside, confeccionada con dovelas radiales. Además, llama la atención el escudo heráldico de Montserrat, que se distingue en la dovela central de la puerta de acceso. Una y otro, dos pequeños pero valiosos hitos del Camino.

Foto de María Rosa Ferre (CC 2.0)

El puente de Sobradelo en Carballeda de Valdeorras

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HdC. Carballeda de Valdeorras es un municipio del este ourensano que se deja recorrer por el llamado Camino de Invierno, una ruta jacobea secundaria que como tantas otras lucha por el reconocimiento oficial. Su base histórica se asienta en el hecho de que los romanos utilizaron el valle del Sil, por donde discurre el Camino inicialmente, para acceder a Galicia.

En fin, el peregrino actual no pasa con rapidez hoy en día por el municipio de Carballeda de Valdeorras. Porque raro es el que no se queda asombrado al ver su puente de piedra, exactamente en el lugar de Sobradelo. Y se detiene a admirar una obra que se comenzó en el siglo XVI y que se muestra con siete arcos, uno de ellos –el central- reconstruido, como resulta evidente. 

Ese arco central encierra su propia historia. El abad José Ramón Quiroga y Uría dirigía las alarmas de la comarca durante la guerra de la Independencia, y fue él en persona el que mandó volarlo por los aires con el fin de que las tropas invasoras francesas no pudiesen cruzar el caudaloso río Sil.

En cualquier caso, incluyendo esa parte nueva, el puente de Sobradelo debe figurar con justicia en el catálogo de hitos del Camino. Aunque lo sea de una ruta tan poco frecuentada como esta.

Un hórreo en el Camino de Santiago que remata en la Costa da Morte coruñesa

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HdC. Reconozcámoslo: el hórreo de la foto no nació para ser hito de nada, sino para algo más prosaico como guardar las cosechas a salvo de los ratones, que los gallegos llaman “ratos”. Hay hórreos de muchos tipos e incluso varían de nombre genérico según la zona en que se encuentren, pero todos tienen un sistema de ventilación lo suficientemente grande como para que se renueve el aire de dentro y lo suficientemente estrecho como para que no entren los roedores por pequeños que sean.

Claro que los profundos cambios que hicieron que en Galicia en 1970 más del 50% de la población activa estuviera dedicada a la agricultura y hoy esa cifra sea de menos del 10% modificaron por completo el mundo rural de esa comunidad autónoma. La emigración tanto a las ciudades como al extranjero hizo que muchos hórreos fuesen cayendo, y los que permanecen en pie ganan solera, prestigio y una pizca de admiración. En resumen, los que sobrevivan van a acabar siendo auténticos mitos

En el caso de la foto, un hito del Camino, puesto que se encuentra a la vera de la ruta jacobea muy cerca de Muxía, al final de la llamada Prolongación a Fisterra-Muxía. Por muchos años y que los peregrinos lo vean.

La Torre de San Sadurniño, en Cambados

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HdC. Poco más que la unión de dos paredes y los restos de una chimenea es lo que queda de la Torre de San Sadurniño, en Cambados (Pontevedra). Su silueta, aún esbelta, situada sobre el islote de su mismo nombre, preside el agradable paseo en el entorno del muelle de Santo Tomé. Se trata, al parecer, de uno de los asentamientos más antiguos de la localidad, situada en el arranque de la Ruta Jacobea de Arousa y el río Ulla.
La torre existe desde el siglo X y el arzobispado compostelano la adquirió en tiempos de Xelmírez. Parece que servía como parte de las defensas marítimas contra los ataques normandos, una red extendida por buena parte de las rías más próximas a Compostela. Como tantas otras fortalezas, símbolos de la opresión feudal, fue destruida a mediados del siglo XV en las Revoltas Irmandiñas contra los señores y reconstruida poco después, una vez sofocada la rebelión.

Un puente une permanentemente la isla y la torre de San Sadurniño con tierra firme, proporcionando un paseo agradable y cargado de historia.

El palco de Lavacolla, en Santiago

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HdC. Una pregunta para comenzar: ¿tienen que ser todos los hitos del Camino objetos, edificios o trozos de la naturaleza venerables por su edad? ¿Deben “contar siglos”, como se decía en el siglo XIX, para ser considerados como tales? ¿Son los que son y no puede haber más? 

La respuesta a esas tres preguntas es negativa. Porque es el hombre el que en su caminar va construyendo (¡y a veces destruyendo!) esas obras de arte o lugares que pasan a tener la categoría de hitos. Aunque sean humildes.

Como humilde es el palco de música de Lavacolla, una construcción moderna, muy moderna, cuyas líneas recogen la tradición gallega de ese tipo de construcciones. O sea, Camino Francés, descenso del aeropuerto homónimo hasta la catedral compostelana, con tan solo una rampa ascendente ciertamente no muy suave y que el peregrino encuentra justo después de este palco.

Porque pocos, muy pocos, no paran aquí a descansar un rato, a aprovechar la sombra cuando aprieta en calor, y nadie debe tener duda alguna de que en un mes largo corto el calor apretará, y el palco de música es un refugio no sólo seguro sino que también empieza a ser querido por los peregrinos. Y, en fin, qué decir cuando el cielo gallego se encapota y deja que llueva…

¿Figura en las guías? En muy pocas. Pero eso no le resta valor. Al contrario, lo añade.

Un dintel en Neda (Camino Inglés) al que le sobra un cable

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HdC. Los hitos grandes y los hitos pequeños. Todos dignos de respeto por los actuales peregrinos y, por supuesto, por las personas que tienen la suerte de vivir a su lado. Algunos son ostentosos aunque no lo quieran, como el monasterio de Samos o el castillo de Ponferrada. Otros no esconden su humildad, e incluso soportan con estoica y pétrea dignidad que le hayan colocado un cable por delante que, sin duda, los afea y no debería de estar ahí. 

Como el dintel de esta puerta de la localidad coruñesa de Neda. El peregrino pasa por ella y, o se fija, o seguirá de largo. Cierto: cuando se construyó, y ahí está el año que impide mentir, ya apenas pasaban peregrinos por esa localidad que en la Edad Media fue puerto de desembarco y cabeza del Camino Inglés, relegada a fin de etapa en los tiempos actuales que le dan mayor importancia a Ferrol. En ambas localidades, por cierto, hubo un hospital de peregrinos puesto bajo la advocación del Espíritu Santo.

Pero cierto es también que cada vez son más los que eligen el Camino Inglés para evitar la masificación estival del Francés. Y ellos son los que, si lo ven, sin duda tuercen la boca al ver ese cable.

La abadía de Finchale y la primera peregrinación en medio milenio por el Camino Inglés

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HdC. A veces los hitos son monumentos, a veces son momentos. El pasado 11 de junio tuvo lugar la primera peregrinación en más de medio milenio entre la abadía de Finchale y la ciudad de Durham, una y otra en el noreste de Inglaterra, ya muy cerca de Escocia. La organizó el Xacobeo, la sociedad anónima pública gallega encargada de la promoción por todo el mundo de los Caminos de Santiago, y a ella acudieron 91 personas, que salvaron cómodamente la distancia de 7,08 metros. 

Es decir, un recorrido simbólico pero con gran carga emotiva: la abadía de Finchale es el comienzo auténtico del Camino Inglés, donde desembarcaban peregrinos de los países nórdicos y bálticos, descendían andando hasta los puertos del sur británicos, se embarcaban rumbo sobre todo a A Coruña y Ferrol, volvían a poner un pie delante del otro hasta Compostela… y vuelta. 

Haber participado en la peregrinación del día 11 es algo que nunca se les olvidará a esas 91 personas. Porque paso a paso han marcado un antes y un después. Un hito en un CaminoInglés que en los primeros cinco meses del 2016 recibió a un 7% más de peregrinos que en el mismo período del año anterior.
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