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Channel: Hitos del Camino de Santiago
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Las ruinas de Santo Domingo (Pontevedra) ennoblecen el Camino Portugués

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HdC. El Camino Portugués pasa al lado de las ruinas de Santo Domingo, pero o el peregrino se desvía una veintena de metros o simplemente no las ve. Y es una pena. No porque se pierda un edificio de los que integran el Museo de Pontevedra, sino porque esta cabecera de cinco ábsides es simplemente incomparable en todo el gótico gallego. Se conserva sólo eso, más una pequeña parte del muro sur de la iglesia y la entrada al convento, que fue fundado en 1282 (aunque no existe la certeza de que fuera ese año). Lo que el caminante ve se empezó a levantar en el año 1383, y las obras continuaron incluso en el siglo XV.
 
En el XIX llegó la exclaustración, y el 8 de diciembre de 1836 se echaba el cerrojo, aunque se volvió a abrir –ya sin religiosos- como asilo. Más tarde fue cárcel de mujeres y posteriormente hospicio y escuela de párvulos. Una larga historia que no significó mejoras en ningún caso, de manera que Santo Domingo empezó a deteriorarse a toda prisa, cayendo poco a poco tejados y sillares. El colmo fue que sus paredes fueran desmontadas y el granito acabara como pavimento de las calles. De la capilla derribada (1864) nada queda y la parte superior de la torre corrió igual suerte (en 1869 y 1970).

Con toda esa relación de desastres cabría esperar unos restos agonizantes y, simplemente, feos. Es justo lo contrario. Un hito del Camino Portugués ante el que nadie se resiste a hacerse una foto. ¿Dónde está? En el centro de la ciudad de Pontevedra. Y por muchos años.

La iglesia de Fonfría (Pedrafita) conserva elementos del siglo XVI, cuando fue levantada

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HdC. Cuando el peregrino ha dejado atrás O Cebreiro, Liñares y el alto del Poio –puro Camino Francés en territorio gallego, por lo tanto- inicia el descenso y se encuentra con la aldea de Fonfría, con una fuente de la que mana un agua empeñada en justificar el topónimo. Cierto es que esa aldea podía estar más presentable. Los esfuerzos constantes del Ayuntamiento de Pedrafita, al que pertenece, no dieron el resultado apetecido por razones vecinales que no vienen al caso.

Y en Fonfría se alza un tempo del XVI. siglo del que queda poco en pie ya que se registraron bastantes y profundas reformas posteriores, incluyendo una muy importante por su envergadura que data de 1964. El elemento más interesante, y a la vez el más antiguo, es la puerta lateral derecha, que muestra un arco de medio punto con dovelas que descansan directamente sobre las jambas. Todo apunta a que la puerta principal también es del XVI, y las piedras que la bordean sí son las originales.

El interior muestra una sola nave, de planta rectangular, con muro de cuarzo y piedra caliza, y la sacristía adosada a uno de sus laterales. El tejado a dos aguas, de pizarra. Otro elemento a destacar es el campanario, formado por una sola pared con huecos para acoger las campanas y todo ello coronado por un remate triangular.

Pero a pesar de su pequeñez y su sencillez, tiene su peso específico en la historia. Esta iglesia es la heredera de otra de la que no tenemos noticias pero que sin duda existió, puesto que San Xoán de Fonfría tuvo hospital de peregrinos (no se conserva resto alguno) en donde se les prestaba una cama y dos mantas por cabeza para pernoctar.

Santa María de Sala (Cataluña) una ermita románica a salvo de la especulación urbanística

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HdC. Sin entrar para nada en aspectos políticos, lo cierto es que el nuevo gobierno catalán ha abandonado de manera manifiesta el cuidado y la promoción del Camino de Santiago que tanto había mimado antes, lo cual incluía la publicación de una práctica, completa y bien diseñada guía en dos tomos.

Pero con el respaldo de la Generalitat o sin él, Cataluña encierra auténticos tesoros relacionados con el Camino de Santiago, como la ermita románica de Santa María de Sala. Para situarse, el cruce que lleva hasta ella –y que implica un mínimo desvío de la ruta jacobea- está entre Sant Genis y Jorba. Se halla relativamente aislada, fuera de terrenos que pudieran ser objeto de especulación urbanística, y el resultado es un edificio y un entorno muy bien conservados, aunque lejos quedan los tiempos de romerías y fiestas. Una de esas romerías de 1910 adquirió tal relevancia que se levantó una cruz conmemorativa para que no se olvide jamás.

La ermita está documentada desde el año 1185, y se define como una construcción de nave única cubierta con bóveda apuntada. Su elemento más significativo es una puerta de medio punto que se abre al mediodía y excepcionalmente decorada.  

Foto: joan ggk [CC BY 2.0 (http://creativecommons.org/licenses/by/2.0)], via Wikimedia Commons

El misterio de un hito del Camino que antes se intentaba no visitar

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HdC. Todo el arte que ya permite intuir la fotografía adjunta y muchísimo más que no ha sido recogido por la cámara pertenecen a un gran hito del Camino… que sorprendentemente se encuentra en una vía secundaria del Francés. O para ser más exactos, en un ramal que hoy vive momentos de auge y que antaño no lo tuvo. Al contrario, cedió su posible protagonismo a un trazado en el que se levantan un par de humildes iglesias y nada más.

¿Cuál es el misterio? ¿Tenían mal gusto los peregrinos medievales? En absoluto. Pero los enemigos clásicos de los caminantes eran tres: los ladrones (los había en este ramal y en el más frecuentado), las llagas (no hacían distinción de rutas) y los curas y frailes. Y en este edificio cuya fachada, en detalle, recoge la fotografía había muchos, y por el otro lado, un par de ellos. De manera que el peregrino, puesto a dar limosna, prefería evitar los “muchos” y elegía el “par de ellos”, por bien de su bolsa. 


Claro está que los tiempos han cambiado y puestos a disfrutar, qué mejor que ver arte, mucho arte.
Queda un último detalle. ¿Dónde fue hecha la foto? Pertenece a la iglesia del gran monasterio de Samos. Camino Francés, Lugo puro.

La iglesia de Cruces, románico oculto en el Camino Portugués

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HdC. Pasada la iglesia de Iria Flavia, a la salida de Padrón y por lo tanto en el Camino Portugués ya en la provincia de A Coruña, aparece ante los ojos un santuario mariano que llena la retina. Es el de A Escravitude, heredero de una pequeña capilla llamada así, A Nosa Señora da Escravitude (la traducción al castellano sería Nuestra Señora de la Esclavitud). Existe un documento notarial que asegura –y por lo tanto así será- que las obras se remataron en el año 1743, contando entonces el edificio con una sola torre. Casi siglo y medio después, un gallego al que le habían ido las cosas bien en la emigración americana financió una segunda torre simétrica. 

Pero no es este el edificio que queda recogido en la foto adjunta, ya que este corresponde a la muy cercana iglesia de Cruces, ante la cual también pasa el Camino Portugués. Pero lo cierto es que muchos peregrinos avanzan sin detenerse ante este hito. Quizás porque casi todos se detienen en A Escravitude, quizás porque el juego volumétrico de este nuevo templo es complejo, con varios añadidos y ampliaciones.

La recomendación es observar con calma al menos los canecillos del ábside. Y ahí el peregrino descubrirá el humilde y esplendoroso románico rural gallego..

La curiosa historia del albergue de Bruma, en el Camino Inglés

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HdC. El Camino Inglés tuvo más relevancia desde A Coruña que desde Ferrol. Se debe su nombre a que los barcos que desembarcaban en uno y otro sitio procedían de Inglaterra, pero entre los peregrinos había también mucho nórdico. Pero hoy en día desde A Coruña no hay los cien kilómetros pertinentes para obtener la compostela, así que la aplastante mayoría de los peregrinos eligen Ferrol (o Neda, en sus cercanías y también con puerto de desembarco) para su caminar hacia la tumba del Apóstol.

De manera que el Camino Inglés es bicéfalo. ¿Y dónde se unen ambos ramales? Pues en un alto, ya prácticamente en Bruma, una minúscula aldea formada por un templo humildísimo, media docena de viviendas, un bar (abierto muy recientemente) y un albergue muy conocido por los peregrinos, y que es el que recoge la fotografía.

Su impecable estado, así como el de su entorno, lo han convertido en el “niño mimado” de quienes recorren esta ruta jacobea, en un hito. Consta su existencia ya en tiempos de la Edad Media, pero con los siglos fue dejando atrás su buena fama, de manera que, cuando en el XIX se diseña el mapa municipal de España, Ordes no quiere saber nada de ese trozo de tierra por el que pasaban unos peregrinos que en su totalidad eran locos o limosneros, cuando no buscados por la justicia. De manera que Bruma es en estos momentos una isla del ayuntamiento de Mesía en medio del de Ordes. Cosas de la historia…

Los tesoros de Chaves, en un Camino portugués tan secundario como en alza

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HdC. Chaveses una localidad, capital del municipio homónimo (44.000 habitantes), situada en el norte de Portugal, en tierras del interior y cercana a la gallega Verín. Por esta última pasaba y pasa el ramal secundario de la (mal) llamada Vía de la Plata y, más correctamente, Camino del Sudeste, por donde entraban los peregrinos del sur y este de España salvando los montes orientales de Ourense.

Pero por Chaves pasaba también un camino de peregrinación que iba a dar a Verín previo cruce de lo que hoy es frontera política, Feces de Abaixo, la cual en realidad sólo existe en los mapas. Una vía con vocación compostelana que quedó olvidada durante siglos y que se ha recuperado en años recientes. Cierto que no suman legión los que transitan por ella, pero cierto es también que cada año el número se incrementa.

Pero siendo Chaves en sí un hito histórico del Camino, lo es también y por personalidad propia su puente de Trajano –que salva el río Támega- y, sobre todo, su castillo (en realidad, su enorme torre de homenaje), impecables tanto el uno como el otro. El peregrino no debe tener prisa y visitarlos. Ganará algo fundamental: un poco más de conocimiento del Camino de Santiago.

Durham, la ciudad inglesa que vuelve a ver cómo pasan los peregrinos

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HdC. Durham tiene un floreciente pasado relacionado con el Camino Inglés y, a tenor de los últimos esfuerzos que se están desarrollando desde hace un año, también un optimista futuro. La ciudad está situada en el nordeste de Inglaterra, no lejos de la frontera con Escocia y a escasos kilómetros de la costa, es pequeña y se emplaza en lo alto de una colina que en otros tiempos debió de ser prácticamente inaccesible, con su castillo arriba de todo y su espléndida catedral, declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco.

Su relación con el Camino Inglés le viene de su poderío medieval y de su cercanía a la abadía de Finchale, fundada por Saint Grodric y auténtica cabeza de esa ruta jacobea que tiene en Galicia a A Coruña, O Burgo, Neda y Ferrol los principales puertos de desembarco de los peregrinos que acudían en barco desde el sur de Inglaterra.

El centro de Durham –en la foto- es minúsculo: una plaza que sirve de punto de encuentro a la sombra de una esbelta torre eclesial y de un par de estatuas. Una plaza que hasta hace medio milenio vio pasar peregrinos rumbo a Compostela –no sólo ingleses, sino también de los países nórdicos, del norte de Alemania e incluso de Holanda- y que recibió en junio pasado a los herederos de aquellos, algo menos de un centenar de personas que salvaron en hora y media la distancia que separa la abadía de Finchale de la ciudad de Durham.

¿Más buenas noticias? Se está preparando una segunda peregrinación para el 10 de junio del 2017. Ese será otro hito del Camino.

Una calle compostelana fuera de murallas y ajena al ladrillo y el cemento

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HdC. Comenzó siendo un camino que arrancaba de la ciudad amurallada de Santiago dejando atrás la Puerta de la Gloria. O sea, aquella que cruzaba el cuerpo sin vida de los peregrinos que habían llegado a Compostela pero que habían entregado su alma sin poder volver a casa. Su cementerio está hoy bajo un espacio ajardinado detrás de lo que es el Ayuntamiento local esperando a que al menos un panel o un placa recuerden a las miles de personas que descansan para siempre allí.

Tras la Puerta de la Gloria, el camino fue testigo de cómo en sus márgenes se iba levantando vivienda tras vivienda, y la vía acabó siendo una calle de nombre Hortas o Huertas; no hay que explicar por qué.

Y aunque en efecto queda fuera del mimado recinto medieval, la especulación, el cemento y el ladrillo no hay llegado hasta esa rúa bien conocida. Y es que todos aquellos que emprenden la llamada Prolongación a Fisterra-Muxía se despiden de Santiago descendiendo por ella.

San Paio de Buscás, en el Camino Inglés

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HdC. El Camino Inglés tiene dos puntos de partida: A Coruña y Ferrol, de mayor relevancia histórica el primero, mucho más frecuentado hoy en día el segundo. Y uno y otro se unen en un alto, muy cerca del albergue de Bruma. A partir de ahí son uno, y por unas pistas asfaltadas –itinerario francamente mejorable, para qué negarlo- el peregrino comienza a descender de manera casi imperceptible por un trazado cómodo. Y hora y media después de haber arrancado de Bruma -con su albergue público y desde hace poco tiempo con su bar- va a pasar ante la parte trasera de la pequeña iglesia de San Paio de Buscás, un ejemplo del sencillo arte rural gallego.

El templo es de orígenes románicos, pero sufrió reformas en los siglos XVIII y XIX. Los muros, como sucede a menudo en Galicia, son de granito, pura cantería, que definen una sola nave con cubierta a dos aguas. La puerta está enmarcada por arquivoltas que adornan un arco de medio punto, vigilada desde arriba por una pequeña ventana rectangular. La espadaña es de doble cuerpo con dos arcos de medio punto y coronamiento triangular. 

En todo eso debe fijarse el peregrino. Pero sin duda lo que más le va a llamar la atención de este hito del Camino es la cromática imagen de San Paio–en la foto que acompaña a estas líneas- sobre la inscripción “S. Pelayo. 1737”. Pues eso: foto obligada.


Una catedral inglesa que acogió a miles de peregrinos rumbo a Compostela

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HdC. Es difícil reconocer por la foto a la catedral más emblemática del Camino de Santiago en Inglaterra. Porque no inmortaliza la fachada, claro está, y la parte trasera resulta poco conocida incluso para los que han tenido la suerte de visitarla. Y es lo que la imagen recoge es el exterior del punto final del templo. O sea, para entendernos, donde deberían estar los ábsides si los hubiera, que no los hay.

En esos mismos campos descansaban los peregrinos antes de que las ideas de Lutero se extendieran por Europa y antes de que Enrique VIII ordenara cortar la cabeza a quienes tuviesen la idea de marchar a Santiago, porque eso iba contra su muy real parecer. Hasta ese momento llegaban hasta ahí procedentes de la cercana abadía de Finchale, y a su vez a esta arribaban tras un viaje peligroso por mar desde lo que en la actualidad son los países nórdicos y el norte de Alemania.

Esta catedral no es otra que la de Durham, fundada cuando el siglo XI tocaba a su fin y que jamás dejó de ser un relevante centro religioso, si bien hoy es un templo anglicano. Arquitectura normanda pura que la Unesco declaró patrimonio de la humanidad en 1986.

Hoy en día vuelve a haber peregrinos en Durham. Dos años de trabajo culminaron en la primera peregrinación en medio milenio. El calendario marcaba junio del año pasado. Un hito histórico.

El puente de Sigüeiro, del siglo XIV y en el Camino Inglés, sigue viendo pasar peregrinos

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HdC. El río Tambre, muy caudaloso incluso en el verano, siempre fue una barrera para los peregrinos que a partir del siglo XIII se llegaban a Santiago de Compostela siguiendo el Camino Inglés. Es decir, desembarcando en los puertos de A Coruña, O Burgo, Ferrol y Neda (y algunos otros de manera accidental) y dirigiéndose al sur, a Compostela.

Hoy en día el Tambre une o separa, según cómo se mire, los municipios de Oroso y de Santiago. Y el puente que se levantó en el siglo XIV por orden del todopoderoso noble Fernán Pérez de Andrade sigue en su sitio: ancheado en el XX, sobre él pasa la carretera nacional y por sus aceras transitan los peregrinos que acometen la última etapa hasta la plaza del Obradoiro, 16 maravilloso kilómetros.

Si ignora si sustituyó a otro anterior, de madera, o no. Todo apunta a que sí, porque no hay ningún testimonio de barcas o balsas para ir de una orilla a otra, lo cual tampoco es de descartar por completo. Pero ante la realidad (cientos y cientos de peregrinos un año tras otro) el mencionado noble decidió levantar allí una construcción imponente, un puente como no hay muchos de aquella época con sus seis vanos.

Fue, además, escenario de un enfrentamiento espada en mano entre dos caballeros medievales, Álvaro Pérez de Moscoso y su gente contra Gómez Pérez das Mariñas ya la suya. ¿La causa? Una mujer.

Juan de Ortega, el gran constructor del Camino

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O.G.A. En una apacible llanura al norte de la ciudad de Burgos nació Juan de Quintanaortuño en el pueblo del mismo nombre. Corría el año 1080 y poco imaginaban los habitantes de aquellas tierras que el pequeño noble habría de dar a esos parajes una posición destacada en la historia y en la tradición jacobea.

Entregado desde muy joven al sacerdocio, el después conocido como Juan de Ortega se convirtió en fiel discípulo de Santo Domingo de la Calzada y, como él, consagró su vida a hacer del Camino de Santiago una ruta accesible y segura para los peregrinos. Colaboró con su mentor en la apertura de viales y la construcción de puentes y, a la muerte de su maestro, preservó y completó su obra. Fruto de esa dedicación fueron la terminación de la calzada entre Nájera y Burgos y la construcción, entre otros, de los puentes primitivos de Logroño, Nájera, Belorado, Santo Domingo de la Calzada, Cubo de Bureba y Agés. Obras del siglo XII por las que este constructor del Camino es, desde 1971, patrón de los aparejadores y arquitectos técnicos.

Hacia 1112, Juan de Ortega emprendió su propia peregrinación a Tierra Santa, donde se hizo con valiosas reliquias. Sin embargo, tan fructífera etapa en la consolidación de su fe a punto estuvo de suponer el final de su vida y de su obra. Una terrible tempestad sacudió el barco en el que realizaba la travesía de regreso con tal furor que parecía imposible vencerla. Pero Juan logró sobrevivir tras invocar la protección de San Nicolás de Bari, a quien, en agradecimiento, prometió erigir una capilla en su honor.

A su regreso, en 1114, decidió retirarse en los Montes de Oca y eligió concretamente un lugar llamado Ortega, un rincón inhóspito enclavado en el Camino de Santiago donde eran frecuentes los asaltos de bandoleros a los peregrinos. Allí edificó la capilla de San Nicolás, superando los continuos ataques de los bandidos, que derribaban, una y otra vez, lo que se iba construyendo. Pero el empeño era decidido y, bajo la protección de doña Urraca y de Alfonso VII, Juan no solo logró concluir la capilla sino que, ante el auge que alcanzaban las peregrinaciones, construyó también un albergue para peregrinos. Ortega pasó de lugar peligroso a refugio seguro.

El eco logrado por la obra de Juan de Ortega atrajo a personas dispuestas a colaborar en su labor hospitalaria, creándose una creciente comunidad que había que organizar. Se inició así la construcción del Monasterio de San Nicolás, que a principios del siglo XIII pasó a llamarse Monasterio de San Juan de Ortega.

Allí murió su santo fundador el 2 de junio de 1163, después de que, cumpliendo su petición, fuera trasladado al monasterio al caer gravemente enfermo encontrándose en Nájera. Y allí está enterrado en un artístico sepulcro que fue mandado labrar por Isabel la Católica como agradecimiento por haber tenido un hijo varón, favor que la reina atribuyó a la intercesión del santo constructor de puentes.

Hoy San Juan de Ortega es uno de los puntos más destacados de la Ruta Jacobea y en su iglesia puede contemplarse, en los dos equinoccios, el llamado Milagro de la Luz, un fenómeno que se produce al iluminar un rayo de sol desde un ventanal el capitel de la Anunciación de la Virgen y que atrae en esas fechas a cientos de visitantes.


Ilustración: Daniel Pino

Una de las hidrias en las que Jesucristo convirtió el agua en vino está en el Camino Inglés

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HdC. Camino Inglés desde A Coruña. En la primera jornada el peregrino pasa ante la colegiata de Cambre. Tiene ante los ojos un magnífico edificio románico arrasado tanto por ingleses como por franceses. Cinco ábsides. Girola o deambulatorio por detrás del altar mayor que habla por sí sola de la cantidad de visitantes que tenía. Y a la entrada, a la izquierda, una pila bautismal de cuidada ornamentación y que desde luego no pasa desapercibida.
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¿Cuál es su historia? Aquí no hay documentos. Aquí hay tradición oral, con todo lo mágico que ello conlleva y también con la deformación propia de la transmisión boca a oreja. Y esa tradición oral, convertida en leyenda, afirma que se trata de una de las hidrias de Caná en las que Jesucristo transformó el agua en vino. Sí, desde luego, está hecha con un tipo de piedra inexistente en Galicia, y sí, desde luego también, fue traída por el caballero Alvito (y al parecer por su hermano también) a su regreso de las Cruzadas.

Humilde, sencillo, arrinconado. Un gran hito del Camino Inglés.

A Pancha, la primera visión gallega cuando el peregrino sigue el Camino Norte

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HdC. Han quedado testimonios escritos de lo duro que era en ocasiones pasar la ría que forma el Eo. Es decir, cruzar con el barquero desde la orilla asturiana hasta la gallega. O para ser más exactos, desde la localidad de Castropol a la de Ribadeo. Las corrientes eran y son fuertes, y más de un peregrino creyó que hasta ahí había llegado en la vida.

El barquero ya no existe, y un muy moderno puente une ambas riberas. Incluso en la punta oeste de esa ría, allá donde el Cantábrico bate con ganas, continúa hoy como ayer resistiendo como puede los embates una isla de pequeñas dimensiones conocida en la cartografía como A Pancha

Por supuesto que la línea de costa no era exactamente igual que ahora cuando en los siglos XII o XII o posteriores pasaban por ahí los peregrinos, pero la modificación tampoco ha sido extrema. Así que los devotos de entonces divisaban la isla. En estos días también, aunque el trazado oficial del Camino Norte –patrimonio de la humanidad desde hace año y medio- no pasa justamente por ahí. Pero nadie puede negar que forma parte de la primera imagen que el recién llegado por esa ruta jacobea tiene de Galicia.

De manera que la recomendación, si se dispone de tiempo –o sea, si se va a pernoctar en Ribadeo, donde abre sus puertas un albergue público- es caminar hacia el norte, dejar atrás el estupendo parque etnográfico y alcanzar la isla A Pancha, con sus dos faros, el moderno y el que está en desuso. En el cual, por cierto, se quiere construir un hotel con sólo dos habitaciones. Pero esa sí que es otra historia.

El puente decimonónico sobre el río Lambre, en el Camino Inglés

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HdC. En el siglo XIII comenzaron a desembarcar peregrinos del norte de Europa, de manera masiva, tanto en la ría de A Coruña como en la de Ferrol, y con sus pasos dibujaron sobre la geografía gallega el hoy llamado Camino Inglés. Los que echaban pie a tierra en la segunda –en la propia aldea de pescadores de Ferrol o en el puerto más resguardado de Neda- emprendían camino hacia el sur con Compostela en la mente. 
 
Así, daban la vuelta a aquella ría, cruzaban el Eume por el gran puente que aún ahora –con una profunda reforma del XIX- se conserva y se encontraban con otro río no muy caudaloso pero incómodo de salvar: el Lambre. De manera que el mismo señor feudal que mandó construir el puente sobre el Eume ordenó levantar otro sobre esa misma corriente. Y así se hizo, en estilo gótico.

Sin embargo, el itinerario oficial del siglo XXI no va por ahí, lo cual constituye evidentemente un error histórico. Cuando el peregrino llega a Miño desciende hasta el Ponte do Porco, una aldea en un espacio natural protegido. Y ahí, en el siglo XIX, se irguió otro puente más, todavía en uso. Lo inauguró la mismísima reina Isabel II en el año 1862 y sigue viendo pasar peregrinos, que suelen detenerse a hacer fotos, ignorantes de que inmediatamente después les espera una gran cuesta. Pero, ¿para qué desanimar a nadie?

Fuegos del Apóstol: la fachada gótica

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E.G. La fachada actual de estilo gótico que se instala en la portada del Obradoiro de la Catedral para los fuegos de la noche del 24 de julio, sustituyó en el año 2000 a la mudéjar que aún recuerdan muchos compostelanos. La mudéjar se utilizó ininterrumpidamente durante casi 120 años, desde 1880  hasta que, con el inicio del s.XXI,  se consideró incorrecto mantener el mensaje que contenía, una alegoría de la victoria cristiana sobre los musulmanes. Para la nueva se estudiaron a fondo los bocetos de la propuesta realizada en 1897 por el entonces arquitecto municipal Daniel García Vaamonde, que no se llegó a construir por falta de recursos económicos. Aunque en 2009 el Ayuntamiento anunció su intención de renovarla anualmente, como acontecía con los castillos en siglos anteriores, el proyecto no se ha concretado y de momento la fachada gótica permanece.

Fotografías: Adolfo Enríquez






Xoán Santín y el Milagro de O Cebreiro

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E.G. La historia de Xoan Santín, el campesino de Barxamaior que dio lugar a una de los más hermosos milagros del Camino de Santiago, se sitúa en el s.XIV en O Cebreiro, una pequeña aldea de las montañas gallegas. Se produjo una tarde oscura y gélida, en unos tiempos aciagos para toda Europa, que a duras penas se podía defender de las hambrunas, las revueltas sociales, la Guerra de los Cien Años o las sucesivas oleadas de la Peste Negra. La nieve cubría no solo los caminos sino también las casas, el monasterio, la iglesia y el hospital. Y no resulta difícil imaginarse al campesino ascendiendo en soledad y muy lentamente por los montes para ir a Misa al templo prerrománico de O Cebreiro, levantado en el 836 por un grupo de monjes benedictinos y custodiado entonces por los monjes de Aurillac.

El religioso que celebra la Misa, sin embargo, desprecia el esfuerzo del Xoan Santin y expresa abiertamente su descontento por la aparición del campesino, tan fatigado, solo para ver “un poco de pan y de vino”, según lo narra en el s.XVII el Padre Yepes. Tras la afrenta inmediatamente la Hostia se convierte en carne y el vino en sangre hirviente, para estupefacción del monje y el campesino; mientras la imagen de Santa María laReal, talla románica del s.XII, inclina su cabeza en señal de devoción por el milagro que se acaba de producir. La carne y la sangre quedan adheridas a la patena y el cáliz, y así permanecieron, adorados por las gentes del lugar y multitud de caminantes, hasta que Isabel la Católica, tras su peregrinación a Santiago en 1486, dona dos pequeñas ampollas talladas en cristal de roca para que los restos se puedan preservar y mostrar debidamente en O Cebreiro. Lo acaecido se extendió como la pólvora por toda Europa y no hubo desde entonces viajero o peregrino que no hiciese un alto en la aldea para venerar los restos del milagro y a Santa María.

Y la historia aún no acaba ahí. El milagro fijó para siempre la fama del Santuario, transmitida por clérigos y peregrinos; y el romancero popular comenzó a vincular el Cáliz gallego con el Santo Grial de la tradición literaria artúrica, según la cual el Grial de las célebres epopeyas medievales, manantial de gracia y poder divinos, estaría en las montañas de O Cebreiro. Se dice que esa misma tradición fue recogida varios siglos después por Richard Wagner en su ópera Parsifal. Como símbolo, el cáliz forma parte principal del escudo de armas del Reino de Galicia ya desde la Edad Media.

El monje y el campesino descansan en la propia Iglesia, en dos tumbas descubiertas tras su rehabilitación en 1962, más de cien años después de que los monjes abandonasen O Cebreiro obligados por la desamortización.  Las cumbres legendarias de O Cebreiro son aún hoy una de las etapas más duras y abruptas del Camino de Santiago. Desde Roncesvalles se habla de ellas como un paso casi mágico. A algunos incluso les infunde cierto temor por la dificultad del ascenso. Se dice también que el templo guarda una energía especial y no es raro ver a los caminantes sucumbir ante la belleza de esta pequeña aldea de piedra, magníficamente conservada a través de los siglos. 




El Hospital de San Roque, hospital de peregrinos en Santiago

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E.G. En la parte más alta de la compostelana Rúa das Rodas, al borde de la muralla y colindante con la iglesia, se levantó en el último cuarto del siglo XVI el Hospital de San Roque, destinado a atender a los pobres con males contagiosos. Siendo Santiago uno de los principales destinos de peregrinación del continente europeo, a su promotor, el arzobispo Blanco Salcedo, le pareció evidente la gran necesidad de un hospital de estas características para beneficio de la ciudad y del Reino de Galicia –escribió- y de otras muchas partes y reinos origen de los que venían en romería.
 Un año antes de su apertura, en 1583, se había rematado allí mismo la construcción de la Iglesia de San Roque, santo a quien el cabildo y el ayuntamiento habían encomendado la salud de los compostelanos ya en tiempos de Alonso III de Fonseca, tras la peste que asoló la ciudad en 1516. La promesa de construcción de la capilla data de 1517. En aquel año se organizó una rogativa que recorrió el exterior de las murallas de la ciudad; se fundó la Cofradía del santo y se decidió que el día de San Roque fuese fiesta de “cuatro capas” en la ciudad y arzobispado, haciendo referencia al tipo de oficio que implicaba y el número de oficiantes que asistirían, vestidos con cetro y capas de seda. Aquel voto a San Roque se conserva y se renueva aún en la actualidad. Sin embargo la promesa de 1517 quedaría en el olvido durante más de medio siglo, hasta que la siguiente epidemia asola la ciudad en 1569. Entonces resucita el fervor por el santo protector de los apestados, y cabildo y concejo se ponen manos a la obra no sin antes achacar la nueva peste al incumplimiento de su compromiso. 



 Durante las epidemias la ciudad ponía en marcha medidas drásticas para evitar la propagación, como el cierre de las puertas o la quema nocturna de romero y laurel, normas que no evitaban la picaresca para entrar, o la huida masiva de vecinos en busca de lugares más seguros. A finales del mismo siglo Santiago padecería aún otra embestida, la peste que entre 1598 y 1600 sacudiría a toda Europa en un bienio terrible. Entonces, a los infectados se les encerraba en sus propias casas, que eran marcadas y tapiadas; se eliminaron los animales callejeros; se encendían hogueras nocturnas; y se aplicaba cal en las zonas de peligro. En los meses más difíciles eran tantos los afectados que se llegan a organizar espacios específicos para confinar a los enfermos, como el campamento que en otoño de 1598 se establece en la Rúa de San Pedro.

El arzobispo fundador, que murió antes de verlo funcionando, había ya indicado que tenía que ser dotado de muchos sirvientes, farmacia y médicos. Con el hospital quería evitar que a Compostela llegasen enfermos que, al no encontrar remedio ni cura gratis, acabasen perdidos por las calles, sin atención, y contaminando a otras muchas personas sanas.
 
El Hospital permaneció en activo varios siglos, atendiendo a un número de pacientes que se incrementaba continuamente. Estaba destinado a enfermos infecciosos, fundamentalmente a los afectados por el denominado mal gálico o de las bubas, la sífilis, que a inicios del siglo XVI era una enfermedad relativamente reciente y décadas después afectaba ya a un quince por ciento de la población europea. Su origen sigue siendo controvertido. Pero su carácter de enfermedad contagiosa e incurable, junto con el estigma de los que la padecían, hizo que se llegase a equiparar a la lepra (con la que a menudo se confundía), o que se la conociese como la peste blanca.


Se estima que en los siglos XV y XVI la sífilis devastó pueblos y ciudades, considerada como un castigo divino resultado de los placeres carnales ilícitos. En los hospitales como el de San Roque se trató inicialmente a hombres pero muy pronto también a mujeres y niños contagiados, en su mayor parte originarios de la propia ciudad y de otros lugares de Galicia. La progresión de la epidemia se refleja claramente en el continuo aumento del número de casos atendidos, y en la ampliación con nuevas salas y camas a mediados del s.XVII.

El tratamiento consistía en aislar a los enfermos en varios momentos del año, en cuartos sin ventilación, manteniéndolos a temperaturas altísimas. Para hacerlos sudar se les proporcionaba jarabe de palo, decocciones de un árbol procedente de las Indias; y se hacían arder en la estancia ramas de la misma especie. Se creía que así la enfermedad saldría por los poros. En algunos casos se optaba por las tinciones mercuriales, que según los conocimientos actuales prácticamente garantizaban la muerte de los enfermos.

La portada renacentista del Hospital, atribuida a Gaspar de Arce, maestro de obras de la Catedral de Santiago, se salvó de las ampliaciones y remodelaciones del siglo XVIII. Está presidida por San Cosme y San Damián, los hermanos médicos y mártires, esculturas procedentes del taller de Gregorio Español. 

Funcionó como hospital hasta ya entrado el s.XX, y el edificio fue después destinado a Seminario Menor o sede de organizaciones como ASPAS hasta su adquisición por la Xunta de Galicia. Actualmente es la sede del Instituto de Estudios Gallegos "Padre Sarmiento" y del Centro “Ramón Piñeiro” para la Investigación en Humanidades.




Fotografías: Adolfo Enríquez

Un sarcófago del siglo XI en el Camino Inglés

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HdC. En el Camino de Santiago–o mejor, en los Caminos de Santiago- el peregrino se encuentra con hitos grandes y monumentales, y con hitos pequeños y humildes. ¿Cuáles tienen más valor? Todos. No son más importantes las pallozas de O Cebreiro, en Lugo (Camino Francés), que el sarcófago del siglo XI que en estos momentos se encuentra en el atrio del monasterio de San Martiño de Xubia, en el municipio de Narón (Camiño Inglés). Eso sí, ese sarcófago ha sido bien agarrado al firme, a la tierra: no hay ladrón que pueda con él. Por suerte.

Y un detalle curioso de esa comunidad religiosa hoy inexistente: durante muchos años fue dúplice. Es decir, vivían en un lado los monjes y en otras las monjas. Y como se entraba en la carrera religiosa por mandato paterno y nula vocación (excepciones también habría), la cosa acabó como es presumible: con la disolución de la comunidad visto que unos y otras vivían juntos, y, claro está, aquel estado público de cosas no era aceptable.
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